Recuperación de la economía después de la epidemia. Unidos triunfaremos
Somos afortunados de ser testigos excepcionales de un acontecer histórico que pocas generaciones conocerán. Considerada, en principio, un lejano virus asiático, como la pandemia causada en el 2002 del virus SARS-Cov-1, que duro ocho meses, presenciada en tan solo 33 países, la actual Covid-19 ha tenido efectos globales aterradores.
Según la comunidad científica su comienzo puede relacionarse con los habituales mercados abiertos de mariscos y animales en China, carentes de elementales normas de sanidad e higiene. Es posible que el consumo de carne proveniente de un animal sea el portador del virus.
En esta ocasión se señalan murciélagos como el origen del virus, aquel mamífero alado inmortalizado por Bram Stoker en su obra literaria ficticia basada en el príncipe húngaro Vlad Drăculea, conocida como Drácula, fiel reflejo de la lucha entre el bien y el mal.
Stoker jamás imaginó, que ciento veinte años después, del umbral de su maléfico personaje nocturnal de Transilvania y sus novias vampiresas se transformarían de personajes pintorescos, que no podían ser expuestos al sol y tan solo mueren cuando su corazón es atravesado por una estaca, en la peor pandemia de nuestra historia.
La lucha global contra la pandemia ha cobrado a la fecha mas de 156 mil vidas, enfermado 2.3 millones de personas, expandido a 177 países con proyecciones inciertas que multiplicaran estos números.
Colombia, gracias al prudente y sereno manejo del gobierno Duque, su equipo de trabajo, gobernantes locales, sector salud, conciencia ciudadana de aislamiento, cuarentena preventiva y disciplina de respeto a las medidas de circulación restrictivas, muestra una relación de 7 contagios por cada 100,000 habitantes. Comparativa y afortunadamente nuestra relación es distante de los índices de 582 en Luxemburgo, 416 en España, 326 en Bélgica, 322 en Suiza, 291 en Italia, y de 223 en Estados Unidos.
No obstante, las curvas de contagio y fallecimientos muestran tendencia hacia su estabilización, ojalá dejando atrás el vertiginoso aumento del contagio, Colombia, ha privilegiado la salud, la vida y el control de la enfermedad por encima de los efectos desestabilizadores a la economía que el fenómeno conlleva.
La economía global no había experimentado crisis similar recientemente. Tan solo podemos referirnos a la devastación generada por la Segunda Guerra mundial, ochenta años atrás. Reconstruir el tejido social, político y económico europeo fue obra titánica.
George Marshall, condecorado estratega militar norteamericano, lideró las operaciones aliadas durante la guerra. Retirado del servicio y como Secretario de Estado, diseño el plan de recuperación de la Europa destruida, conocido como Plan Marshall. Su audaz objetivo de llevar a cabo una solida y estructurada iniciativa para fortalecer economía de mercado, disminución de barreras comerciales, menor regulación del aparato productivo, aumento de productividad, a través de modernización industrial y modernos modelos empresariales fue transcendental y exitoso. Su programa fue precursor en la creación, años después, de la Comunidad Económica Europea. Marshall fue reconocido Nobel de Paz por su visión ejemplar del rescate social, económico y político europeo.
Colombia requiere una iniciativa de similares beneficios dirigida a la pronta recuperación de la economía después de los efectos de la epidemia. El liderazgo, interacción, coordinación y coherencia del estado, a través de cada una de sus dependencias, unidas bajo un objetivo claro y diáfano de impulsar la nueva economía nacional será el próximo paso hacia la conquista de espacios y tiempo perdido.
El gasto publico deberá dirigirse primordialmente hacia la construcción de obras. Las vías secundarias y terciarias permiten rápida generación de mano de obra, a su vez, abriendo nuevas fronteras agropecuarias. El sector rural ágilmente contribuirá en estabilizar la demanda interna de bienes, apartándonos de la importación de alimentos elaborados, convirtiéndose en plataforma exportable de variedades autóctonas de alta demanda y precio global. Sectores agroindustriales, transformadores en la cadena de seguridad alimentaria, deben ser fortalecidos. Viajar por Colombia debe convertirse en propósito nacional. Comprar confecciones nacionales es imperativo. Mantener adecuados niveles de liquidez en el sistema financiero permitirán al aparato productivo acceder a líneas de crédito de fomento. La formalización del empleo es categórica. La inversión social debe priorizarse hacia sectores de salud, educación, agua potable y energía. La contribución empresarial, a través de su función fundacional, debe entrelazarse en total consonancia con la directriz gubernamental, aportando experticia, eficiencia, transparencia y a su vez captando incalculables recursos de cooperación internacional.
Colombia se pone a prueba ante la adversidad. Diseñemos nuestro propio Plan Marshall. Unidos triunfaremos.